martes, 6 de enero de 2009

Inicio de año FAMILIAR

María Angélica Aguirre Carreón
El tiempo es una invención de la humanidad.
Por sí mismo no tiene vida; somos las personas, las que le damos la importancia que luego percibimos que tiene.
El mismo minuto o la misma hora, puede ser fugaz o eterna, depende de muchas cosas.
El tiempo entre otras cosas es relativo a la vez que exacto.
Hace unos días, celebramos la “llegada de un nuevo año”; lo esencial es el círculo que se cierra y otro que inicia.
Muchos de nosotros, comenzamos a trabajar en una renovación que debería ser diaria.
La madre y maestra naturaleza nos enseña que los ciclos se repiten constantemente y tenemos a diario, el misterio de la renovación en el nacimiento del día.
Cada 24 horas –aproximadamente, despertamos de un letargo que se asemeja a la muerte, para renacer a un día esplendoroso, cargado de sorpresas y oportunidades, aunque algunos nos empeñemos en atarlos todos y echarlos a perder en rutinas.
Ningún pretexto mejor que esta invención de renovación de un período al que llamamos año, para animarnos a hacer balance y revisar lo que hasta ahora hemos estado haciendo de manera inconciente y fuera de toda sistematización.
Cada ser humano que llega a este mundo, cuenta con la característica única de la trascendencia.
Don Antonio Usabiaga, muchas veces en el culto dominical insistió en que este don maravilloso no debe desperdiciarse y que es la oportunidad que tenemos de “tras” (atrás) “sendere” (camino) –dejar tras nosotros una huella única e irrepetible, como cada uno de nosotros o como dice el poeta español hacer camino al andar
Al descubrir y aceptar –sin afán de soberbia—, lo que queremos legar a la humanidad, tenemos que comenzar a construir esa obra que hará que seamos recordados.
De la claridad de nuestra misión, dependerá el proyecto de vida que establezcamos para trabajar diariamente en él.
En este tiempo de renovación, aprovechemos para revisar los caminos y hacer una reingeniería de ellos.
Nuestra misión es la energía que nos hace SER y trascender.
Debo aclarar que esa misión no necesariamente tendrá que ser “monumental” ni provocar cambios totales en la humanidad; podremos sentirnos satisfechos con tocar el corazón de un ser humano y provocar en él o ella felicidad.



La familia es el mejor espacio vital para lograrlo.