viernes, 28 de agosto de 2009

ESTAMPAS DE AQUEL SALTILLO

Mario Dávila Flores
“Vainilla, Bronce y Morir.” Lidia Rosa Masso Sota fue una escritora saltillense cuya pluma inmortalizó la novela “Vainilla, Bronce y Morir” que fue llevada con éxito al cine nacional a mediados del siglo pasado. Esta dama que tenía cierto parecido a Judy Gardland, en opinión de quienes la conocieron, estuvo casada con un señor de origen francés de apellido Grogues.

El domicilio familiar de Lidia Rosa, antes de irse a residir a Torreón y a la Ciudad de México, se ubicó en los altos de lo que fue durante muchos años la negociación que llevó por nombre la “Ferretera del Norte” en la esquina que forman las calles de Ocampo y Zaragoza, justo frente a la Plaza de Armas y el Palacio de Gobierno. La entrada a la casa de esta escritora, quedaba por la calle de Ocampo, y era un recinto amplio y acondicionado con buen gusto.
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El Cerro del “Fraile.” El piloto aviador Guillermo García Ramos, el hijo menor y único varón del matrimonio, que por cierto procreó unas hijas muy hermosas; de tez blanca, cabellos claros y ojos azules, fue uno de los inquilinos que a lo largo de su historia ha tenido la casona que hoy aloja las instalaciones del ICOCULT, en el Centro Histórico de la ciudad. La puerta de entrada de dicha casa, se localizaba por la calle de Hidalgo, frente al Casino de Saltillo, y en ese lugar vivió por un tiempo con su madre, hermana y tías, Bernardo “Bayo” Cárdenas, muy estimado y conocido en Saltillo.

El piloto Guillermo García Ramos, formó parte del Escuadrón 201 que combatió al mando del General Antonio Cárdenas Rodríguez en la Segunda Guerra Mundial, y falleció cuando el avión a su cargo se estrelló en el cerro del “Fraile” al aproximarse al aeropuerto de Monterrey, y en el que viajaban entre los pasajeros el ex Presidente Nacional del PRI Carlos Madrazo, acompañado de su esposa, así como el gran tenista, Rafael “El Pelón” Osuna.

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El jonrón de Héctor Espino. El juego de exhibición se celebró en el viejo estadio Saltillo frente al lago de la Alameda, como preparación para la temporada que estaba por iniciar, y los “Sultanes” de Monterrey, bajo el mando del cubano “Sungo” Carrera, se enfrentaron a una selección local. Corría el año de 1962, y con la poderosa escuadra regiomontana figuraba como novato un joven chihuahuense con un increíble poder en las muñecas; se trataba ni más ni menos que del extraordinario bombardero Héctor Espino.

Ese día, el llamado “Niño Asesino” conectó un descomunal cuadrangular, que según reza la leyenda, ya adoptada por la gente de Saltillo, fue a dar hasta el lugar donde se localiza o localizaba, el internado de la escuela Normal, por la calle de Xicotencatl. Esa temporada los “Sultanes” que conformaron quizás el mejor equipo que ha existido en la Liga Mexicana fueron campeones.

Una de estas tardes veraniegas, enfilé mis pasos hacia la calle de Ramos Arizpe, y me di a la tarea de contar los pasos entre el lugar donde se localizó el terreno de juego, y el internado mencionado, y según mis cálculos, la distancia es de aproximadamente 850 pies, la que ni Babe Ruth en sus mejores tiempos pudo vencer. Pero bueno, así se forjan los mitos.

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El Consulado. Muchos lo ignorábamos, pero entre los años de 1930 a 1935 nuestra ciudad contó con un consulado estadounidense, el cual se ubicó por la calle de Hidalgo, a unos pasos de la Catedral hacia el norte, su titular se llamó Samuel Sokobi quien habitó junto con su familia una espaciosa casa en su planta alta, mientras que en la planta baja estaban las oficinas diplomáticas. A unos pasos del consulado, se levantaban las oficinas de Teléfonos de México y de la empresa sueca Ericsson.

En las fiestas de Navidad, las que se celebraban con gran colorido, Pancho Narro se vestía de Santo Clos, repartiendo dulces y regalos entre los invitados de la familia del cónsul Sokobi, Pancho era hijo de la señora Mae Narro, que trabajó en la oficina consular.
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La barra del Eno´s. En algunas ocasiones, los domingos al caer la tarde, nuestros padres nos llevaron a disfrutar de un sabroso pan tostado con mantequilla y chocolate caliente en la barra del famoso restaurante “Eno´s” , al que creo acompañaban las letras “Quick Lunch” El establecimiento se encontraba por la calle de Padre Flores, por muchos años central de los autobuses “Monterrey-Saltillo.”


Una buena parte de estos brevísimos relatos, tienen su origen en las vivencias de mi madre, que por fortuna a sus 87 años de edad conserva una buena salud, y una mejor memoria. La anécdota de Espino, se la debo a Lorenzo Domínguez gran aficionad al beisbol, y la del “Eno´s” a mi muy falible memoria.


Redondeo. Para tranquilidad de mi familia, con esta entrega me despido del blog, no sin antes agradecer la paciencia de mis amigos y participantes de este sitio, asimismo aprecio la solidaridad de mi esposa, de mis hijos, de Dimitrio y el pequeño Dimi. Adiós.