martes, 26 de octubre de 2010

LA DEMOCRACIA UNIVERSITARIA

Mario Dávila Flores
Los recientes y preocupantes problemas que se han venido suscitando en la Universidad Autónoma Agraria “Antonio Narro” (UAAAN) permiten abordar una serie de temas relacionados con los procesos electorales, específicamente en la forma mediante la cual son designados los rectores en nuestras dos principales universidades públicas; la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC) y la “Antonio Narro,” que durante años formó parte de la llamada, Máxima Casa de Estudios de Coahuila.

En abril de 1973, los universitarios lograron la ansiada autonomía, y con los ánimos exaltados por el triunfo, la comunidad universitaria se abocó a la elaboración de su nuevo ordenamiento; el Estatuto Universitario, el cual tras dos años de intensas discusiones, quedó concluido en el otoño de 1975. Uno de los aspectos más polémicos de esta normatividad, fue el referente a la elección de sus autoridades universitarias, como directores de escuelas y el rector.
De acuerdo a la nueva legislación, quienes habrían de dirigir a la UAdeC lo harían a través de un proceso democrático, con el voto universal de maestros y alumnos, sin ponderación; es decir, el voto de un estudiante de recién ingreso de preparatoria tendría el mismo valor que el de un profesor investigador con grado de doctorado. En ese tiempo, se pensaba que esa era la expresión más alta de la democracia participativa, y todos lo creímos, incluso, quien esto escribe, pues formé parte de la comisión legislativa que elaboró el citado Estatuto.
El caso es que en teoría, es decir, en el papel, esto sonaba muy progresista y democrático, pero en los hechos, la experiencia de la UAdeC, ha sido—quizás con la excepción de la elección de Melchor de los Santos en 1975--que los rectores han sido designados por el Gran Elector, con la característica de pretender revestir el proceso de cierta legitimidad, mediante elecciones internas, y eso cuando las ha habido, por que algunos rectores han llegado al puesto sin oposición.

Poco después de la autonomía universitaria, surgió la UAAAN, y al igual que su institución de origen, en su legislación interna, tanto alumnos como profesores eligen a sus rectores, otra vez, de manera, supuestamente democrática. Sin embargo, la realidad es muy diferente, pues es sabido que en sus campañas, los candidatos a rector incurren en prácticas como la organización de carnes asadas, distribución de bebidas alcohólicas, toda clase de concesiones y hasta cobijas, por mencionar unos ejemplos. Se trata de prácticas que influyen de manera negativa en la formación cívica de los jóvenes.
Ahora la UAAAN está sumida en una profunda crisis política, tal vez reflejo de un mayor malestar, y sus integrantes han dado muestras de primitivismo cívico en este proceso, que ha ocasionado la suspensión de clases por varios días, en una institución donde el costo por alumno es de 130 mil pesos anuales, que no es cualquier cosa. Tanto la UAdeC como la UAAAN tienen en común una legislación, que en teoría es muy avanzada, sin embargo la realidad nos dice otra cosa.
Existen sin embargo, diferencias significativas entre estas dos universidades al momento de poner en práctica su legislación, pues mientras que en la UAdeC la decisión del Gran Elector manda una señal muy poderosa en la designación del rector, en la Antonio Narro, no se percibe tal figura; es decir, no hay una fuente de poder que regule el proceso, de ahí el caos imperante. Una salida fácil para resolver estos problemas, sería que los agrónomos tuvieran también su Gran Elector, que pudiera ser de origen local o federal, dependiendo de la procedencia del subsidio, por que la realidad es que con o sin autonomía, el dinero sigue mandando.
En vista de estas tristes realidades, y me refiero tanto a la UAdeC como a la UAAAN, ¿no sería mejor volver al sistema de la Junta de Gobierno, que una vez existió en la UdeC? Se trata un órgano de consulta, integrado por académicos de prestigio-que debe haberlos todavía- en estas universidades, cuyo propósito sería integrar una terna de candidatos a la rectoría, para que de la misma, el Gobernador designe al rector. Desde luego, que habrá muchos que critiquen esta propuesta, tachándola de retrógrada, reaccionaria y antidemocrática, pero viendo la realidad actual de estas dos universidades, creo que valdría la pena considerarla, frente a la demagogia imperante.

Redondeo. Acerté mi pronóstico con los “Gigantes”, pero fallé con los “Yankees” Me hubiera gustado una final entre estos dos equipos, como sucedió en 1962.