jueves, 14 de enero de 2010

La inactividad destruye el intelecto

María Isabel Reyna

Hace varios meses ya que no me sentaba a escribir. Por un lado la falta de obligatoriedad que da la percepción de un salario fijo me hizo caer en la distracción de quien hace muchas cosas y al mismo tiempo, no hace nada. En eso estábamos, cuando caímos de lleno en el puente “Guadalupe-Reyes” y de ahí a replantearnos los propósitos de año nuevo y en mi caso, los objetivos de vida, todo al mismo tiempo.
Claro que retomar las letras era mi primer propósito. Estoy totalmente de acuerdo con Leonardo Da Vinci cuando afirma “así como el hierro se oxida por falta de uso, también la inactividad destruye el intelecto”. Estábamos acabando de partir la rosca cuando nos llegó con la primera nevada, la noticia de la muerte de Valentín Valdés, colega, con quien compartí mesa de trabajo por cuatro años en Palabra. Antes de saber los detalles de su brutal asesinato, me indignó el rumor generalizado de que es mejor callar y no opinar. Fueron dos articulistas nacionales quienes se ocuparon del tema. Algunos editoriales locales lo mencionaron y sólo Carlos Arredondo en Vanguardia escribió o mejor dicho, hizo un espacio en blanco en protesta. Ninguno de quienes compartimos con él la profesión y el lugar de residencia han dicho nada. Desgraciadamente quienes piensan que opinar en este caso es más que ocioso, muy peligroso, tienen razón.
Oxidada como estoy, por el momento sólo me queda reproducir esta carta que me llegó por correo, pensando en la madre de Valentín y de todos los que han muerto por manos criminales.

Carta de una madre a otra en el País Vasco

Vi tu enérgica protesta delante de las camaras de TV en la manisfestación de ayer en favor de la reagrupación de presos de ETA y su transferencia a cárceles del País Vasco. Vi como te quejabas de la distancia que te separa de tu hijo y de lo que supone economicamente para ti ir a visitarlo como consecuencia de esa distancia.


Vi tambien toda la cobertura mediática que dedicaron a dicha manifestación, así como el soporte que tuviste de otras madres en la misma situación y de otras personas que querian ser solidarias contigo y que contais con el apoyo de comisiones pastorales, organos y entidades en defensa de los derechos humanos, ONGs etc. etc. Yo tambien soy madre y puedo comprender tu protesta e indignación.

Enorme es la distancia que me separa de mi hijo. Trabajando y ganando poco, idénticas son las dificultades y las despensas que tengo para visitarlo. Con mucho sacrificio solo puedo visitarlo los domingos porque trabajo incluso los sábados para el sustento y educación del resto de la familia.
Felizmente tambien cuento con el apoyo de amigos, familia etc.

Si aún no lo sabes yo soy la madre de aquel joven que murió cuando se dirigía al instituto y que al pasar cerca de un coche aparcado, este hizo explosión a causa de la bomba lapa que tu hijo puso en los bajos de ese coche. En la próxima visita cuando tu estes besando y acariciando a tu hijo yo estaré visitando al mio y depositandole unas flores en su tumba.


Ah! se me olvidava: ganando poco y sosteniendo la economía de mi casa, a través de los impuestos que pago, tu hijo seguirá durmiendo en un cómodo colchón y comiendo comida caliente todos los días.

Otra cosa querida: ni en el cementerio ni en mi casa nunca vino ningún representante de esas entidades que tan solidarias son contigo para darme apoyo ni dedicarme unas palabras de aliento y ni siquiera para decirme cuales son MIS DERECHOS.