lunes, 26 de enero de 2009

Algunas precisiones

Carlos Manuel Valdés

Si continuamos escribiendo en este espacio al que bautizaron correctamente Apalabrados es porque creemos que además de escribir para un medio, además de cobrar por cada artículo, hay todavía otro motivo, el de participar en la construcción de formas de comunicación alternativas, el de dialogar, discutir, polemizar o, simplemente, estar en la red.
Considero que si ahora ya no recibimos un pago por cada artículo eso no nos suprime del panorama ni nos deja al margen de la realidad social. Al contrario, ahora podemos mostrar que escribimos porque esto nos hace pensar, porque nos obliga a una reflexión sobre nuestra responsabilidad.
Bertolt Brecht publicó un pequeño libro sobre el problema que tiene (tenemos, pues) quien quiere decir la verdad. Dijo que se escribe para decir la verdad pero que esto es algo más que una idea, en efecto, hay que tener sagacidad para hacerlo, hay que escoger a los lectores a quienes se dirige y, curiosamente, añade que hay que ser mañoso para introducirla en las conversaciones de los demás.
Creo que la época de Brecht y el mundo de entonces ya no existen, tampoco vivimos en la Alemania nazi, ni en la gran Guerra o en los inicios del comunismo soviético, como él. Sin embargo, sus ideas pueden ser buenas todavía. Hoy mismo tenemos frente a nuestras narices más de una gran injusticia cada semana, conocemos a muchas víctimas de la violencia o del robo, vemos desfilar millonadas de pesos en vanalidades, nos tocó presenciar la debacle de los partidos políticos en México, etcétera.
Ni somos Brecht ni vivimos en su tiempo sino en el nuestro, por tanto, creo que la cuestión es ser o no ser, es decir, estar o no presentes en la realidad social y política.
Quizá sea utópico creer que uno puede influir de alguna manera en la creación de un nuevo país, de una sociedad alternativa, pero si no lo intentamos entonces nunca lo sabremos.
¿Cuál es la medida? es la participación. Podríamos ser señalados como voluntaristas (término que no me había venido a la cabeza desde por lo menos 1985) porque creemos en que nuestra acción tiene alguna repercusión.
Al menos creí necesario precisar alguna posición personal sobre las preguntas ¿por qué escribes? y ¿para quién escribes? Hay que recordar que esas preguntas las hacían en los años setenta dos personalidades de primera línea (aunque hayan luego cambiado mucho): Mao Tsé Tung y Jean-Paul Sartre. Y ambos proponían que se escribía para dialogar, para mantenerse en la lucha y, sobre todo, que se escribe para los demás, no para uno mismo.
No puedo menos de intentar dialogar con ustedes por este medio, puesto que nos cerraron el otro.