miércoles, 13 de mayo de 2009

OMISIÓN INVOLUNTARIA

María Isabel Reyna

En el artículo del día de ayer "Libertad de expresión ¿para qué?" me quejaba de quienes no dan la cara en sus comentarios. Proponía que cada uno debe hacerse responsable de lo que dice y sobre todo, atreverse a ejercer la libertad de expresión con responsabilidad.
Desgraciadamente, y como hecho a propósito OMITI mi firma en el artículo
Muchas Gracias a Carlos Manuel Valdés por hacerme notar la omisión involuntaria

¿QUIÉN NOS CUIDA?

Mario Dávila Flores
Con la atención dedicada las últimas semanas al seguimiento de la epidemia de influenza, ha pasado relativamente desapercibido el grave y al parecer, creciente conflicto y deterioro de las relaciones entre las corporaciones policíacas de la entidad; me refiero en este caso, dejando por ahora de lado a Torreón y Piedras Negras, a las de Saltillo y Monclova. En ésta última, han salido a relucir desde hace algún tiempo preocupantes fallas en la selección del personal que supuestamente debiera velar por la seguridad de los monclovenses.

Tal es el caso del policía que fue dado de alta en la corporación de manera irregular; se trata de un ex oficial de tránsito, que encabezaba una banda de secuestradores, el cual reconoció haber cometido al menos tres asaltos a mano armada. A principios del mes en curso, estos delincuentes privaron de su libertad a un empresario de Monclova, por cuya libertad solicitaron 250 mil pesos.

Si bien resulta imperdonable el que no existan filtros para escoger a los mejores elementos, contratado en vez de ello, a individuos sin el perfil requerido, y que a los pocos días de haber causado alta en la policía de ese municipio, fueron descubiertos en actos delictivos de consideración como los secuestros, llama la atención la reiteración de dichos eventos; por desgracia no estamos ante casos aislados, siendo su reiteración más preocupante todavía.

Aquí en Saltillo, y sin tener a nuestro alcance toda la información del caso, es evidente por notas periodísticas, que las organizaciones encargadas de nuestra seguridad se encuentran inmersas en un profundo deterioro, el cual ha salido a la luz pública a raíz de una serie de conflictos entre los policías estatales y los municipales, que se ha venido complicando con el tiempo, sin que los mandos superiores, sean éstos la nueva Fiscalía General o las autoridades municipales pueden poner orden.

El antecedente de esta pugna, comenzó al parecer hace unos meses-aunque sus raíces pudieran remontarse más atrás-cuando un grupo de agentes municipales sostuvieron un altercado en la vía pública con un mando de la policía ministerial, siendo dicho elemento trasladado en calidad de detenido a un recinto municipal, hasta donde acudieron sus compañeros para liberarlo, en medio de un escándalo, que mostró ante la sociedad el grado de retroceso al que han llegado estas instancias, supuestamente encargadas de nuestra seguridad.

Poco tiempo después se difundió la noticia que una mujer perteneciente a la policía municipal, fue detenida al ser descubierta llevando droga y armas prohibidas, siendo trasladada de inmediato a la ciudad de México, ante el silencio de sus jefes aquí en la ciudad capital. A los pocos días de este incidente, un individuo que baleó a una persona en el rostro, luego de ser detenido, fue liberado inexplicablemente por los policías bajo el argumento de que no existían pruebas suficientes para su aprehensión, pues la víctima no lo pudo identificar.

En este hecho kafkiano, la más elemental lógica nos dice que es absurdo pedirle a una persona con una bala en pleno rostro, que en ese mismo momento identifique a su agresor. Días después, un diario local publicó una nota con imágenes mostrando a varios ministeriales en estado de ebriedad en plena vía pública, armados, y que estaban en funciones; uno de los agentes identificados fue el protagonista del zafarrancho al que hicimos mención líneas arriba con los agentes municipales.

De nuevo la prensa-¿de la televisión local qué podemos esperar?-informa que el pasado miércoles siete de mayo, agentes estatales detuvieron a cinco policías municipales en las propias instalaciones de la Dirección de Policía Municipal, bajo el argumento de que fueron acusados de intento de plagio, al día siguiente fueron liberados, acusando a sus captores de haberlos torturado. ¿A dónde irá a parar este conflicto? ¿Qué está pasando al interior de nuestras corporaciones de seguridad pública?
¿Qué están haciendo los mandos superiores y los responsables de estas organizaciones para resolver el problema?

Esas son algunas de las preguntas que se hacen los ciudadanos, quienes se cuestionan la enorme desorganización que priva en estas corporaciones, cuando recién se acaba de aprobar nueva legislación federal en materia de seguridad, la que ahora hace responsables a las policías municipales y estatales para combatir delitos como el narcomenudeo, terminando así con las excusas que se habían puesto de moda para no enfrentar los problemas. ¿Pero cómo hacerlo, con el desorden imperante, y con la rivalidad abierta y declarada entre los efectivos estatales y los municipales? ¿Habrá alguien que puede poner orden? ¿Para variar, le vamos a atribuir la culpa a la Federación? Lo cierto es que resulta urgente una reestructuración a fondo de nuestras policías locales; se antoja una cirugía mayor.


Redondeo. “Si acaso hubo alguien que nació para batear, ese fui yo.” Ted Williams.