sábado, 18 de abril de 2009

Aniversario treinta y siete

A Don Manuel Gómez Morín, con admiración respeto.

Esther Quintana Salinas

A las 2.35 de la madrugada del 19 de abril de 1972 y rodeado de su esposa e hijos, falleció don Manuel Gómez Morín. Se veló su cuerpo en la calle del Árbol en San Ángel, Distrito Federal y fue enterrado en el Panteón Español, del que en 2004, durante la administración del Presidente Vicente Fox Quesada, fue exhumado para descansar en la Rotonda de las Personas Ilustres.

Me parece que la mejor manera de rendirle homenaje a un mexicano excepcional como Gómez Morín, en este treinta y siete aniversario de su muerte física, es recordarlo de viva voz en el maravilloso legado de su pensamiento escrito y también en lo que sus contemporáneos cuentan de él.

El espacio es brevísimo, de modo que sólo le compartiré, generoso lector, pinceladas del maestro. Lo que transcribiré enseguida es un párrafo del discurso pronunciado con motivo del segundo Aniversario de Acción Nacional: “Los que confunden la acción con el movimiento y no saben la eficacia del ser y el estar firme, los que creen en la vieja concepción mutilada de la política como conquista del puesto público, los que deslumbrados por ejemplos extraños, se quedan en el aspecto instrumental de la acción…no entienden la acción que se cumple iluminando conciencias, ni la organización, única, eficaz y perdurable que se cifra en la adhesión convencida y firme a claros principios, ni la fuerza latente incontrastable que viene del hecho simple y modesto… de obtener que cada uno en su tarea, conforme a su carácter y naturaleza, sepa y sienta que allí se está cumpliendo la Patria…”

Rubén Salazar Mallén, en su editorial publicado en El Universal el 22 de abril de 1972, escribía: “No se tomó en cuenta que Gómez Morín era uno de los hombres de más valía del México contemporáneo. No se tomó en cuenta que poseía cualidades que pudieron ser aprovechadas para bien de México. No, lo único que se tomó en cuenta fue que no se humillaba ante los poderosos, y eso bastó para que se le excluyera implacablemente de la vida pública.”

“La muerte de Gómez Morín viene a ser, por eso, una lección; viene a decir que en México los poderosos no se ocupan de servir a México, sino de servir a sus compañeros de partido y compadres, aun cuando México pierda con ello.”








Vamos ahora con Pedro Reyes Domínguez, publicado en El Porvenir, de Monterrey, en la misma fecha: “No encendió pueblos, no saqueó tesorerías, no fusiló compatriotas, no dio votos de respaldo al cacique en turno, sus conocimientos de jurista y economista, justamente con su fe en el hombre de México, se volcaron en la cátedra universitaria, en el servicio público, en el patrocinio y en la colaboración de diversas obras benéficas…En cada prójimo, no importaba su condición particular, sembraba confianza y seguridad…”

Otra vez Gómez Morín: “La grave y magnifica responsabilidad de decidir sobre la suerte de la Nación, recae sobre todos sus miembros, y es deber primario de ellos, intervenir en la vida pública haciendo valer sinceramente sus convicciones.”

“Su huella – escribió Armando Ávila Sotomayor en Jueves de Excelsior el 27 de abril - irá ahondándose cada vez más aquí en un país, donde el valor civil no abunda. Su vida y su muerte, han sido no sólo una encarnación de la dignidad y el espíritu de servicio en un patriotismo generoso y culto, sino un aguijón para que las nuevas generaciones conviertan en realidad la aventura política de Gómez Morín, usando el instrumento que él mismo ideó y puso en marcha.”

“…es México entero quien pierde a un gran hombre, a un modelo de probidad y decencia, a un abogado honorable, escritor correcto, maestro eminente y político limpio, que es algo que no de todos puede decirse.” Mario Moya Palencia.

“Democracia, pluralismo, necesidad de convicción moral y de virtudes, necesidad de técnicas, son algunas de las lecciones que nos deja don Manuel.”
Escribió en su ensayo: Manuel Gómez Morín, el pensador, Efraín González Morfín.

María Teresa Gómez Mont se ocupó amorosa y profesionalmente de escribir un libro sobre el fundador de Acción Nacional, para que lo conozcan los mexicanos de hoy. No debe pasar desapercibido un hombre que es ejemplo de excepcionales virtudes cívicas y pasión entrañable por su patria, y que le sirvió a la misma con su inteligencia, talento y honorabilidad excepcionales.

Los panistas debiéramos leer o releer su obra, hay lecciones inmejorables en cada escrito que brotó de su intelecto y de su inquebrantable compromiso con el país. Conocer la obra de Gómez Morín nos pondrá a muchos los pies sobre la tierra y nos recordará que la política en los términos que fue concebida por él, no es lucha fratricida, ni nada similar a cuanto ha venido ocurriendo en Acción Nacional a partir de que permitimos y alimentamos un pragmatismo huérfano de principios y de mística y dejamos de privilegiar la formación cívica para concentramos en alcanzar el puesto público.





La identidad partidista no es cuestión de membrete, ni de distintivos solaperos, como bien decía Bibiano Berlanga. “Cada día - me expresaba una buena amiga, ciudadana sin afiliaciones partidistas – nos va resultando más difícil distinguir entre un panista y uno de los que ustedes tanto criticaban.”

Y no es la única que piensa así.