jueves, 7 de mayo de 2009

Memoria y olvido

Carlos Manuel Valdés
Tzvetan Todorov escribió un opúsculo en el que llamaba la atención de los historiadores que, en el momento, estaban discutiendo acerca de si había tenido lugar el Holocausto o si se habían inflado las cifras del mismo. Migrante de un país del Este hacia Francia sabía sobradamente que muchas personas, aun serias, estudiaban los acontecimientos desde los intereses de clase, nacionalidad, étnicos o religiosos. Profesores eminentes rechazaban la Shoa afirmando que era un invento reivindicativo judío para reacomodarse en un nuevo mundo surgido de las guerras o, incluso, para justificar su actuación violenta contra los palestinos. “Dan lástima, dijo un profesor, para que nadie ose reclamarles nada”. Y, como si esto fuera poco, un judío liberal norteamericano, publicó un tomo de buen tamaño en el que señala esa necesidad judía de venganza escondiéndose en el papel de víctimas. Los judíos fueron la víctima por esencia de la Segunda Guerra, no hay duda. Tampoco hay duda de que Israel se ha desentendido de los sufrimientos ajenos. ¿Dónde estuvo su solidaridad ante la masacre de Rwanda en 1994?, ¿cuándo condenó la limpieza étnica de los bosnios contra los musulmanes?, ¿qué opinó cuando se asesinaban niñas en Argelia en 1992? Guardó silencio.
Traigo esto a colación para llamar la atención de algún posible lector (que me conste, únicamente seis personas me han leído en Apalabrados) sobre el fenómeno que enuncia Todorov y que nombro por el título de este artículo: memoria y olvido.
Los acontecimientos recientes (la discusión sobre la OEA y el regreso de Cuba, la propuesta de Obama de dejar atrás el pasado y la epidemia de influenza) nos han enseñado que los países no tienen memoria o la tienen muy pequeñita y muy selectiva. Daniel Ortega atacaba violentamente al impero americano porque expulsó a Cuba de la Organización de Estados Americanos. Ortega olvidó que su país, Nicaragua, no sólo votó a favor de la expulsión sino que prestó su territorio para entrenar a los soldados que invadieron Cuba. El olvido también cubrió a Hugo Chávez, a Luis Inazio Lula da Silva, a Cristina Kirchner y a otros mandatarios cuyos países expulsaron a Cuba de la OEA. Comprendo que olviden, no comprendo que incluso Cuba haya olvidado en la reunión que el único país que la apoyó y votó contra su expulsión fue México. Todos salieron, de pronto, reprobados en historia elemental de su propio pasado, entre éstos Cuba.
Paso al siguiente caso. La influenza sacó a relucir lo mejor y lo peor de muchos políticos mexicanos y de otros países. Si China trató mal a los mexicanos en su patria puede entenderse, aunque no se justifica: ellos acaban de pasar por una epidemia que trataron de ocultar y mató a miles de chinos. Lo que no puede entenderse es que los otros países que imitaron a China cerrándose a los mexicanos fuesen precisamente Cuba, Argentina, Ecuador y Colombia. ¡Qué pronto olvidaron los cubanos las deudas que todavía tienen con México (deudas políticas, históricas y en dólares, para no ir tan lejos)!, ¡Cómo se atreve Argentina a cerrar sus puertas a los mexicanos cuando acá recibimos a 30,000 de sus ciudadanos perseguidos por sus perversos dictadores!
De la escasa memoria de los mexicanos he hablado en otros artículos y en varios de mis libros. Hoy no hablo de nosotros sino de los otros.
No es que haya que cobrarles a nuestros hermanos de Latinoamérica lo que en otro tiempo se hizo por ellos, pero al menos sería agradable algo de comprensión o de esfuerzo de su parte. México apoyó a los cubanos durante 50 años, desde acá se preparó su revolución y se acogió a Castro y sus guerrilleros; se les reconoció siempre frente a las exigencias de los EUA y de la OEA y la ONU; se les proveyó de petróleo, y un largo etcétera. De los intelectuales de todos los países de Sud y Centroamérica, sin excepción, que encontraron en México una segunda patria ni siquiera hay que decir más. Lo curioso es que una influenza pequeñita los haya conducido al olvido. No ha sido ese el caso para los españoles, que en cada ocasión que pueden agradecen la acogida que se les dio tras la siniestra dictadura franquista. España tiene buena memoria, no la tenemos los latinoamericanos.