viernes, 17 de abril de 2009

Nuestra palabra


Carlos Manuel Valdés
La idea de que somos animales de palabra es muy vieja, al menos nos llega desde Aristóteles. Él encuentra que la característica fundamental del hombre (genérico para los humanos) es el empleo de palabras para comunicarse. Sabía que no tenemos muchas diferencias con el resto de los animales, especialmente con algunos mamíferos, pero que la distancia que nos aleja de ellos es, también, infinita.

Si nos fijamos, cada día en México estamos acercándonos más y más al reino animal no por carecer de la palabra sino por estar llevándola a un extremo, el de ir perdiendo los sentidos de las palabras. Lo que era claro hace años ahora dejó de serlo. Pongamos un ejemplo simple: ¿qué es la corrupción?, ¿quién puede ser calificado como corrupto? Porque esa palabrita en un inicio, hace alrededor de dos mil años, en la lengua madre del castellano, el latín, significaba podrirse. Corruptio, en latín, implica putrefacción y se aplicaba a cadáveres, fuese de humanos o de animales. Y, en el sentido más profundo, no ha cambiado su sentido. Pero ya los romanos habían aplicado el término a los políticos de su época, como Catilina o Nerón, dos emperadores que estaban pudriéndose en vida, pero no por un cáncer o alguna enfermedad como la lepra, sino porque su vida moral era un pantano.

Sucede que estamos presenciando una pudrición de nuestras instituciones que, en realidad, no es más que una muestra somera de la corrupción de las personas que las conforman. Y no estoy tratando de decir que político es sinónimo de corrupto, pero casi casi se podría asimilar. Así, la manera en que se han tergiversado las cosas, la dinámica que impulsa a los partidos políticos, la forma como hacen uso de las instituciones quienes están en ellas nos lleva a una revisión de la lengua para buscar nuevas palabras que signifiquen lo que deberían querer decir. Porque sabemos que, por ejemplo, transparencia es una noción que implica lo opuesto de opacidad. Pero si el Instituto que debería transparentar las acciones de los gobernantes en realidad las disfraza, las esconde, las maquilla… entonces la palabra transparencia (aparecer con evidencia) dejó de significar lo que creíamos que significaba. Trans: a través de; apareo: aparecer, verse, mostrarse, reflejarse. No, no le busquemos, el instituto de transparencia es opaquísimo, y si él ha cubierto sus cristales de lodo ¿qué podríamos esperar de los demás?
O bien Aristóteles se equivocó o bien los mexicanos estamos acabando con la característica esencial del humano. Porque el uso de la palabra no puede restringirse a decir cuantas palabras pasen por la cabeza sino a expresar ideas que se basen en sus significados, en el sentido (tanto aparente cuanto metafórico, simbólico o analógico). Llamemos por sus nombres a las acciones de los que nos representan (en los tres niveles). Usted utilice su vocabulario, límpielo, aplíquelo.
Siga a Aristóteles. No falla.