lunes, 2 de agosto de 2010

Por qué Leo

GERARDO SEGURA



Sabe de una, cosas que ni una sabe que sabía
Joaquín Sabina

La respuesta es muy sencilla: para encontrarme. Leo para encontrar el libro-espejo que refleja mi vida. Del mismo que cada uno de nosotros que lee un libro lo lee para dar con ese espejo. Aun y que lo ignore.
Hasta hora nos han dicho –y nos lo hemos creído-, que al situarnos frente a un libro, somos nosotros quienes realizamos el acto de la lectura. Que al deslizar nuestros ojos por el papel decodificamos los signos lingüísticos impresos en las hojas, y de este modo adquirimos información. Esto es cierto en parte, porque la adquisición de la información, más que indiscriminada, es selectiva. Ciertamente entendemos y comprendemos los caracteres, pero no necesariamente lo que comprendemos en la lectura es revelador. Podemos entregarnos a la lectura horas enteras, muchos días seguidos, e incluso semanas, pero al llegar al punto final podemos descubrir con sorpresa o con desilusión, que estamos tan vacíos, o tan llenos, como al principio. ¿Por qué? Simplemente porque ninguno de los datos obtenidos tiene relación con nuestra vida. Es cierto que la novela o el poemario o el ensayo, nos pareció entretenido –y seguramente lo fue-, pero no significativo, porque sólo lo que atañe a nuestra vida, a nuestro discurso vital, a nuestra existencia, o como se desee llamarlo, es lo significativo.
No se piense, entonces, que nada más nuestra autobiografía estará llena de claves vitales para entendernos. No. Cualquier libro puede serlo. Y entre más serio sea el autor, mayor será la probabilidad de dar con libros-espejo. Pero para dar con él hay que leer, leer mucho, leer siempre y a todas horas, para encontrarlo. Y ni siquiera todo el libro necesita ser revelador, con frecuencia basta una frase para que desde adentro de nuestro más profundo inconciente salte una vocecita diciendo ¡Sí es cierto! Y la subrayemos, o la pasemos a nuestro diario o la copiemos para nuestro nick. (Por eso los jóvenes que leen tienen el libro de Sabines todo subrayado, porque Sabines les tira la neta condensada)
Y esa frase o el cúmulo de frases encontradas en un libro, son por demás elocuentes. Porque cada una de las palabras subrayadas o copiadas en el nick, descubren lo que llevamos dentro. De ahí que no somos nosotros los que leemos al libro. Es el libro el que nos lee a nosotros, y nos desnuda, y nos manifiesta de un modo íntimo, lo que llevamos dentro.
Retome por favor, el querido lector, un libro cuya lectura haya disfrutado, y (casi) en consecuencia haya subrayado o llenado de notas, y, con tantito valor el lector se reconocerá en ese autorretrato. Tal vez ese autorretrato sea, como el de Dorian Gray, un lienzo secreto o quizá una voz adolorida o una declaración impúdica y feliz pero hasta ahora desconocida. Lo cierto es que cada vez que subrayamos una idea o un párrafo; cada vez que elijamos obras del mismo autor o que regresemos a un libro, nos estaremos encontrando.
Para eso se lee. Para encontrarnos. La respuesta es sencillísima, ¿no es cierto?
Ya lo dijo André Guidé, francés que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX: “Ante ciertos libros, uno se pregunta ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta ¿qué libros leerán? Y yo estoy seguro que al final libros y personas habrán de encontrarse”
chancla55@hotmail.com