miércoles, 8 de septiembre de 2010

Los hombres invisibles

Gerardo Segura

Un hombre se encuentra con una mujer y por un momento se olvidan del mundo. Ambos carecen de casa, de familia, de alimento, de empleo, de educación escolar, de edad para estar juntos. Pero no importa. Por un momento huyen de cuanto les rodea, cierran los ojos y niegan el desamparo que los hermana; por unos minutos se acercan a la masa amorfa y huidiza llamada Felicidad. Después se separan y nadie asegura que se vean de nuevo. Pero de ese encuentro queda un bebé que al nacer rodará por el mismo suelo que sus padres eventuales; y crecerá, y se verá sin casa, ni familia, ni alimento, ni empleo, ni educación escolar. Y cuando encuentre a una mujer sola, negará que carecen de edad para estar juntos…
Un día este hombre se encuentra con otros hombres iguales, sin empleo, ni casa ni familia ni comida, y descubre que carecen cuerpo y de voz, y nadie los ve ni los escucha. Son los hombres invisibles, son los que se suben a los camiones a cantar, los que limpian parabrisas en los cruceros, los saltimbanquis, los lavacoches, los cargadores, los tragafuegos, los trampas, los inmigrantes; son las putitas, las sirvientas, las limosneras, las madres solteras, las marías. Son las cucarachas que hay que ignorar o hacer a un lado o pisar.
Pero al despertar una mañana tras un sueño intranquilo de doscientos años las cucarachas háyanse convertidas en alacrán. Y se vuelven contra la sociedad a cobrar la factura de la inexistencia; se arman y delinquen y extorsionan y matan. Vienen a reclamar que también son hombres y mujeres, y requieren un espacio y un empleo y una familia y un abrazo de vez en cuando. Y entonces sí los vemos y los señalamos y los etiquetamos y los perseguimos. ¿Qué nosotros, educados, empleados, asegurados, no deberíamos perseguirnos primero y acusarnos por ceguera social, y castigarnos por soberbia civil?
Los hombres invisibles, las cucarachas-alacranes son nuestra deuda social. Creo.
chancla55@hotmail.com