sábado, 14 de marzo de 2009

De frases y de refranes….

La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió.
Francisco De Quevedo y Argote


Esther Quintana Salinas

Si alguna vez tomáramos en cuenta a la Historia, nos ahorraríamos muchos dolores de cabeza, porque es de sobra sabido que es cíclica, sólo cambian los protagonistas, los nombres, pero la naturaleza humana NUNCA.

La historia de la humanidad constituye la memoria colectiva de sucesos del pasado que van registrando las huellas del homo sapiens en el transcurso del tiempo. Debiera esta disciplina del conocimiento humano servirnos para no cometer los errores de siempre, pero no hay cabeza más dura que la de la obra magna del Creador.

Cinco siglos después los “augustos” de esta contemporaneidad nos sujetan con las mismas mañas y porquerías de los de ayer…y ni así…. Vaya que de dictaduras y autoritarismos, de populismo, de nepotismo, de abuso indignante del poder, de corrupción, de impunidad, tenemos crónicas completas para dar y prestar en este amado país nuestro y ni así…

Puedo quizá explicarme que muchos mexicanos, que muchos coahuilenses, ni en cuenta tomen a López de Santa Ana, ni a Porfirio Díaz, por lo lejanos que los sienten de sus vidas, pero hay todo un abanico de los del siglo veinte, cuyos hechos no están como para fingir que no se dieron. Hay unos tan vergonzosos y denigrantes que en pueblos de otros latitudes estarían proscritos de los libros de texto, pero en México lindo y querido no sólo siguen en las paginas de los libros de historia y les dedican primeras planas a ocho columnas y radio y televisión, sino que se les levantan monumentos, se rotulan calles con sus nombres y hasta se les rinde homenaje y lo peor, a algunos que todavía están vivos se les sigue manteniendo, sin considerar de cuanto dispusieron cuando cobraban como presidentes de la República.
Este tipo de sátrapas se emborrachan de poder y despotismo, estiman que aquel es suyo y para siempre, manipulan el “fervor” popular que alimentan sus personeros, y hacen hasta lo imposible porque los que menos tienen o de plano no tienen así sigan, sino como los mantienen en el limbo de la demagogia, pero a la larga, tarde o temprano como el mismo Napoleón Bonaparte decía: “le monarque (gouvernant) qui s'assoyait dans un trône de baïonnettes, finissait par se clouer le cul”, en castellano quizá la última palabra suene altisonante, por eso la maquillaré un poquito: “el monarca (gobernante) que se sentaba en un trono de bayonetas, terminaba pinchándose el traspuntín”.
Pero mientras eso les sucede, se dan vuelo. Y es que el poder sin equilibrios, ni controles, se vuelve insano y es insano el comportamiento de quien lo ejerce así, con esa desfachatez, desenfrenadamente, pero lo más insano es la tolerancia de sus gobernados.
No hay uno sólo de esos crápulas que no se venda como adalid de la democracia, de la libertad, de la justicia social. Lo más lamentable es que los interfectos no actuarían así si no tuvieran una comparsa de lambiscones rindiéndoles pleitesía y adorándolos como si fueran Dios Padre.
Estos aprendices de aprendices de Castro y Hugo Chávez, tienen delirio por hacer leyes y enviar reformas a las que ya existen para hacerse de más poder y permanecer en él hasta la consumación de los siglos. Están convencidos de que vivirán como Matusalén y de que el alelamiento de los gobernados tendrá la misma longevidad. El cincho como decía mi madre, se rompe por lo más tirante y cuando menos se espera y tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe y ya entrada en dichos, pues el valiente vive hasta que el cobarde quiere.
Coahuila, los males que te hacen daño hoy día, no serán eternos, no hay ninguno que dure cien años, ni enfermo que lo resista. Tú nomás aguanta tantito porque del plato a la boca se cae la sopa, aunque sean dueños del plato y la cuchara los que ahora se están jibando, como decía mi suegro. En su salud lo hallarán…y al cabo mi tierra linda que “pa los toros del jaral, los caballos de allá mesmo”…y ya para cerrar, con elegancia y sapiencia recurro al ingenio del talentoso Obispo de Hipona, San Agustín: La soberbia no es grandeza sino hinchazón, y lo que está hinchado parece grande pero no está sano.