lunes, 29 de junio de 2009

ATRACO

Mario Dávila Flores
El pasado tres de abril mi esposa se encontraba en un desayuno festejando el cumpleaños de una amiga, y yo andaba en las oficinas del ISSSTE tratando de recuperar el dinero de mis aportaciones de más de siete años, cuando entre las 10 y las 11 de la mañana, sufrimos, igual que muchos saltillenses, un robo en nuestra casa; tal vez no fue gran cosa: mi lap top con algo de información, que por confianza no respaldé, las arras de la boda de mi hija, y algunas joyas de mi esposa, decidiendo, ante la buena fama de nuestras policías no denunciar el atraco, bajo el supuesto- iluso-de que habíamos sido vacunados por un buen tiempo.
Sin embargo, el pasado sábado, al regresar del rancho, alrededor de las seis de la tarde, el candado y la cadena que aseguraban la reja de la cochera no estaban en su lugar, la reja se encontraba abierta, así como la puerta principal de la casa, cuya cerradura fue botada con algún instrumento quedando esparcidos por el piso fragmentos de madera.
Luego de una inspección inicial, hicimos mi esposa y yo el recuento de los daños: un billete de cien dólares, sobrante de un viaje reciente a Estados Unidos, mi reloj de pulsera Armitron, que me costó como cincuenta dólares, y algunas joyas. Después de la desagradable impresión, y del sentimiento de impotencia ante la delincuencia, decidimos llamar al 066, respondiendo la operadora que acudirían algunos oficiales a nuestro domicilio.
En efecto, veinte minutos después hicieron acto de presencia un ministerial y una oficial del área de evaluaciones periciales, quien nos informó que ella es la única en su departamento, debiendo trabajar turnos de 24 horas. Yo pensé; ¿y tanta gente que este gobierno metió a la nómina, dónde está? El hecho es que nos sorprendió la rapidez de su respuesta, pero pronto supimos la razón: a una cuadra de nuestra casa, en un domicilio recién habitado, los ladrones habían hecho acto de presencia, cargando con televisores, hornos de microondas, y quién sabe qué más. Suponemos que los allanamientos tuvieron lugar temprano por la tarde; es decir, a plena luz del día.
El domingo por la mañana, al salir de mi casa, encontramos en la cochera el candado reventado así como la cadena, después de sacar unas copias de mi credencial de elector, acudí a las oficinas del ministerio público allá por la salida a Torreón, llegado a las 10, siendo atendido a los pocos minutos por la recepcionista quien tomó mis datos generales, indicándome que esperara un momento, y diez minutos después, mientras leía el periódico, me anunció para que pasara al cubículo dos con un licenciado.
Así lo hice, y el agente procedió a levantar el acta, la cual firmé en cuatro tantos, anexando a ellas copias de mi credencia de elector, siendo informado por el servidor público que me atendió, debo decir con amabilidad, que tendría que presentarme a la sección de robos el lunes para continuar con los trámites de la denuncia. El agente que me atendió, señaló que si antes se procesaban alrededor de 30 denuncias diarias, hoy su número se ha elevado a 90, razón por la cual ellos deben acudir a trabajar los fines de semana.
Mientras desahogamos esa diligencia, los vecinos afectados, que ya somos varios en un sector de la colonia Latinoamericana, justo a dos cuadras donde habita el secretario estatal de Seguridad Pública, lugar que es custodiado las 24 horas por un nutrido grupo de guaruras, hemos redactado un escrito dirigido al Presidente Municipal, para exigirle que refuerce la vigilancia en nuestra colonia, pues la ola de robos está desbordada.
Le demandaremos al Alcalde más vigilancia, y que las nuevas y numerosas patrullas sean asignadas bajo otros criterios, pues dichas unidades se vienen distribuyendo en las salidas de la ciudad para detener a los vehículos con placas de otros estados, siendo ésta al parecer, una actividad muy rentable, como también la es el detener y extorsionar a las parejitas, a los bebedores en la vía pública, siempre y cuando no se trate de colonias conflictivas.
Siguiendo con mi peregrinaje, el lunes por la tarde volví a las oficinas del ministerio público, ahora para dirigirme a la oficina de robos, en la cual fui recibido y tratado amablemente por su coordinador, el licenciado David Rangel, hijo del profesor del mismo nombre, con quien compartí por años la afición por el tenis, cuando jugamos en las canchas de arcilla de la Ciudad Deportiva.
El licenciado Rangel me condujo a otra oficina, donde se suponía estarían los agentes investigadores, pero se nos informó que éstos habían salido a comer, de modo que me atendió el secretario en turno, quien me comunicó que el comandante Abraham Hernández Flores le daría seguimiento a mi caso, y que él me llamaría a más tardar dentro de un par de días. Hasta aquí va mi vía crucis burocrático, mientras tanto los vecinos han seguido aportando firmas para el oficio que se entregará mañana en la Presidencia Municipal, por cierto, la mayoría de quienes habitamos este sector de la colonia, hemos sufrido al menos un robo en los últimos meses. En la siguiente entrega les seguiré narrando mi experiencia en la denuncia un delito.

Crespón de luto: Me enteré con tristeza del trágico fallecimiento del gran músico que fue Beto Díaz, pereció junto a varios de los integrantes de su orquesta en un accidente carretero, ellos había amenizado un baile en Saltillo, que habría ser, por designios del destino su último. Tuvimos la fortuna de disfrutar su música en dos ocasiones el año pasado: en el aniversario de bodas de Angélica Zertuche y Jorge Candelas, grandes admiradores del artista de Fresnillo, y que amablemente nos hicieron el favor de invitarnos al festejo que resultó todo un éxito. La última vez que nos tocó bailar al compás de esta magnífica agrupación, fue en diciembre en un baile que Beto Díaz amenizó en el casino de los leones. Descanse en Paz.

Redondeo. De las cosas buenas de los “Saraperos” en esta temporada, están el bateo de Jesús Cota, y el pitcheo de Mario Mendoza; no hay mucho más que contar.