viernes, 3 de septiembre de 2010

Germán Dehesa Hoy también toca

María Isabel Reyna

Gracias al servicio de reforma.com en tu celular, ayer supe la noticia de la muerte de Germán Dehesa antes de las 7 de la noche, esto es, aproximadamente media hora después del acontecimiento.

Germán ha sido durante 17 años parte de mi vida (como Liverpool, pero del lado inteligente y racional) sus artículos podrían ser buenos o malos, divertidos o de bostezo, pero casi nunca dejaba de leerlo. Desde que cerró Palabra dejé de leerlo a diario, pero vía electrónica de repente me pasaba media tarde leyendo sus columnas. El pasado martes cayó en mis manos el periódico que publicaba actualmente su columna y leí “Las jirafas del silencio”, que sería su penúltima colaboración.
Se puede decir que en Grupo Reforma Germán empezó como los buenos, desde abajo, aunque esto no sea puntualmente correcto. Ya era colaborador de El Norte, pero en 1993 empezó en Reforma vendiendo periódicos en la calle, junto a los directivos que salieron a vocear para enfrentar el boicot de los repartidores del DF. Sólo que él no era un simple voceador, se llamaba a sí mismo “ba-voceador”. Era genial.

Siempre lo consideré un hombre muy atractivo. “¿pero cómo atractivo?”, me decían algunos compañeros de Palabra. Y ante su sorpresa algunas compañeras compartían mi opinión. Y es que él tenía el mejor maquillaje que puede tener un hombre: inteligencia y sentido del humor, aderezados con una sencillez grandiosa, esa que sólo tienen los verdaderos grandes. En varias ocasiones contestaba los comentarios que le mandaba por e-mail, y tuve la fortuna de compartir inolvidables veladas en La Planta de Luz, donde mezclaba su ingenio con su talento artístico. Algunos puristas del estilo periodístico no estaban de acuerdo con su manera de escribir sus colaboraciones. Lo citaban junto con algunos otros como el más claro ejemplo del anti periodismo de opinión. Y no les faltaba razón, pero actualmente es muy difícil encontrar en los diarios ejemplos que se ajusten a la definición del estilo del género de opinión. Al menos, los lectores masivos suelen seguir a quien maneja un estilo suelto, ligero y jocoso que brindaba la oportunidad de analizar los acontecimientos nacionales con inteligencia y humor. Muchos de los que hemos tenido la oportunidad de publicar un texto en las páginas editoriales hubiéramos querido tener al menos un pequeño fragmento de su talento e ingenio.
Murió en su casa, rodeado por su familia. Este es el artículo donde la semana pasada apenas hizo pública su enfermedad.
Un fuerte abrazo para Germán Dehesa, siempre vivo en nuestra memoria


Germán Dehesa
25 Ago. 10

Creo que no les he contado que estoy enfermo, seriamente enfermo. Tengo cáncer, pero hasta ahora la enfermedad no me ha producido ningún dolor insoportable. Trato de vivir sobre las puntitas de los pies, pues en mis delirios, imagino que si casi no hago ruido, la enfermedad no se va a percatar de mi presencia y me permita colarme a la vida que es a donde me gusta estar. Como quien dice, mi vida es casi secreta y su único nuevo rasgo que yo detecto es la impaciencia. Así pues, no tiene ningún sentido que me saluden de lejecitos, ni que me saquen la vuelta, ni ninguna patochada de ésas. Nadie tiene idea de cuándo será la terminación cronológica de mi vida, pero calcula la ciencia médica que esto ocurrirá hacia los finales de este año. Espero distribuir generosamente entre el personal médico billetes de muy alta denominación, de modo que este plazo se vaya ampliando, por lo menos, hasta 2020. Si se puede obtener más, ahi lo dejo en manos del gobierno. Tengo mucha confianza en que nuestra burocracia acuse recibo de la solicitud en 2018, lo cual nos da margen para seguir resollando. Lo que desde ahora les puedo asegurar es que, mientras pueda yo menear la pluma y no comience a decir puros despropósitos y marihuanadas, aquí me tendrán siempre a sus canijas órdenes y a sus pies, si no les rugen, como solía decir la inmortal Borola Tacuche de Burrón.

Me molesta casi tanto como a ustedes, este tipo de artículos donde tengo que ponerle luto a mis palabras y no sacarlas a pasear para que se asoleen que es lo que a mí más me gusta; pero dibodobadito, tarde o temprano los médicos logran llevarte a sus terrenos y ahí es la de no te entumas y no le saques, manito. Por esas latitudes transito yo en la actualidad. Me entusiasma saber que, gracias al talento de sus madres, mis hijos son gente de bien, con buena orientación en la vida y totalmente a la guapachosa altura de su herencia veracruzana. Todos son estudiosos, trabajadores y con magnífica inteligencia que, donde primero y mejor se muestra es en el buen humor que los cuatro manifiestan, caiga quien caiga.

No me estoy despidiendo. Yo espero que falte mucho como para que ocurra algo tan ingrato. Como en el teatro, esto es apenas la primera llamada, primera. Ya sé cómo se las gastan los lectores de por aquí y no me sorprendería que, a la vuelta de unos días, me tope con gente que diga que, el mero día del Bicentenario me voy a suicidar en el Zócalo gritando leperadas en contra de un gobierno y de un sistema que premia cada vez más a la idiotez y no suele ser justo con la inteligencia. No, yo no voy a hacer nada de eso para celebrar o denostar a este sistema del que, por lo demás soy miembro activo y no quiero jamás dar la impresión de que me doy de baja. Lo que sin duda ocurrirá es que el sistema me dé de baja a mí, pero ése ya es otro cantar.

Voy terminando. Este artículo y sólo este artículo. Yo tengo que guardar reposo por algunos días, pero muy pronto volveré a vestir mi uniforme azul y oro y a sembrar el pánico por todas las canchas de la República. Ahí me los encontraré. Mañana nos vemos. ¿Entendido?.


¿QUÉ TAL DURMIÓ? MDCCCLXXVII (1877)

¿Alguien ha visto a MONTIEL?. Cuando lo pierdo de vista, me viene como el soroche.