sábado, 31 de enero de 2009

Para votar nunca es tarde

Esther Quintana Salinas

No es de ahora que ocupo un escaño en el Congreso de Coahuila, que me rebelan la indiferencia y el conformismo en los que se nutre el abstencionismo crónico que padece un pueblo que se expresa tan mal de la clase gobernante, pero que en su abrumadora mayoría, no ha movido un dedo para deshacerse de ellos.

Cada tres, cada cuatro (este año apenas) o cada seis años, esta mayoría de abstencionistas tiene la oportunidad de imponerse e iniciar su reeducación cívica, pero prefiere generalmente por pereza, aunque la cantinela sea que “para que vota, que al cabo todos son igual de sinvergüenzas, o que con su voto o sin su voto las cosas van a seguir exactamente igual y entonces que caso tiene ir a perder el tiempo”.

El abstencionismo SIEMPRE obtiene los porcentajes más altos en cuanto proceso eleccionario ocurra en la entidad, y a muy pocos les interesa el suceso. Se gastan millonadas de billetes los partidos y el IEPEC en la promoción del voto, pero es dinero tirado a la basura, porque está visto, QUE NO HAN PODIDO GANARLE A LA APATÍA GENERALIZADA.

Y el financiamiento sale del bolsillo de los gobernados y ni así son capaces de ponerse exigentes con los partidos políticos y sus candidatos, y se quedan con los que la minoría de los que si van a votar, ya sea por convicción o por acarreo, eligen.

Hay una deficiencia a ojos vistas de educación cívica en México y no es fortuita, sino fríamente consentida, porque así le convino y le sigue conviniendo al partido político que no obstante haber perdido por dos ocasiones la presidencia de la República, sigue manteniendo su hegemonía en la mayoría de las entidades federativas en los dos niveles de gobierno y en las legislaturas.

Si a los gobiernos emanados del PRI les hubiera interesado que la población no fuera un número de habitantes solamente, sino ciudadanos, este país hace mucho tiempo que hubiera alcanzado niveles y calidad de vida de país del primer mundo, pero está visto que NUNCA fue ni siquiera considerado y se explica, porque un pueblo educado en la cultura de la participación cívica, está acostumbrado a tomar decisiones y a hacer juicios de valor sobre la actuación de sus gobernantes.

Pero en México lo que el PRI incubó y sigue alimentando es a una masa de individuos eternamente dependientes, que le sirven incondicionalmente a cambio de favores, favorcitos o favorzotes, que tienen prohibido pensar, mucho menos cuestionar, sujetos a la férrea disciplina de la obediencia ciega.

La red tejida en todos los sectores de la sociedad les ha permitido desarrollar liderazgos regionales con los que controlan al grueso de los habitantes de la colmena, que es sin duda lo que les ha garantizado su larga y fructífera estancia en el poder. Cualquier medida que atente contra esto está prohibida.

El abstencionismo les facilita su tarea de arreadores, por eso la circunstancia de que la gente no acuda a votar los tiene sin cuidado. Votar solo es un término recurrente en los discursos flamígeros en los que se pondera y se adorna a la democracia, pero en las casillas no se ejerce tal acción. Votar es un derecho, por supuesto que lo es, pero también es una obligación, así se prescribe en la Carta Magna y en cada una de las constituciones locales, pero no existe una sola ley electoral en el país en la que se instrumente el cumplimiento de esa obligación.

Si al no ejercicio del sufragio, el legislador le hubiera impuesto las sanciones que si le instruyó a los evasores de impuestos, porque contribuir al gasto público también está conceptuado como obligación en la propia Constitución, hoy día nadie se sentiría violentado ni en su integridad ni en sus derechos y los mexicanos tendríamos bien claro que el que paga manda y puede ponerse todos los moños que se le ocurran para exigir que a los cargos públicos de elección popular lleguen personas capaces y honorables a desempeñarse como sus representantes.

La sola mención de multas para sancionar a quienes no cumplan con su deber cívico el día de la jornada electoral, ha levantado manifestaciones de rechazo y molestia – no tengo datos numéricos – pero casi puedo jurar, que viene de los que no se paran en la casilla el día de la jornada electoral, porque a quienes si estamos convencidos de que es lo mínimo que le debemos a nuestra comunidad, con sanción o sin sanción vamos a seguir votando.

El sustento de la repulsa es de que porque van a ir a votar por partidos y candidatos que no les gustan, y yo respondo que tienen razón, pero que se presenten el día de la jornada electoral y anulen su boleta y conviertan su negativa en un acto positivo en contra del abstencionismo. Las multas para quienes no votan ya se han establecido en países latinoamericanos, para solventar la problemática, como Perú, Ecuador, Bolivia, Argentina, Brasil y Uruguay, entre otros. Y no llegan siquiera al 1% los multados, ni se ha provocado ninguna revolución, ni siquiera una pingüe asonada.

En el Uruguay cuando se ha propuesto que el voto deje de ser obligatorio, el setenta por ciento de la población se opone, y no es ni siquiera por el temor a la multa, sino porque se sienten orgullos de su democracia. Hoy día tiene lugar en nuestra entidad una reforma en materia electoral, la semana pasada que propuse durante la discusión de la misma el que se estableciera como requisito para quien aspire a ser Consejero electoral, haber votado en la elección inmediata anterior (19 de octubre), toda vez que serán parte del organismo de más jerarquía del IEPEC, que organiza y vigila los procesos eleccionarios…mínimo ¿no le parece? Pues haga de cuenta que proferí una blasfemia, raudo y veloz subió a tribuna un diputado priista a decir: NO PODEMOS OBLIGAR A NADIE A QUE VOTE… ¿Y por qué si pueden obligar a pagar tenencia, y recargos cuando no se cubre en tiempo? ¿Y por qué si se pueden imponer multas a quienes violentan el reglamento de tránsito?

VOTAR es una obligación cívica que se cumplimenta una vez cada 3, 4 o 6 años y solo lleva el tiempo que se hace en la fila y se marca la boleta. Pagar impuestos es cada mes. También estoy proponiendo que se premie a quien si vote con descuentos del 10 % en el pago de impuestos de signatura estatal y preferencia en el ingreso a instituciones superiores educativas públicas, pero eso ni se menciona y tampoco el listado de quienes estarían exentos del pago de la multa a pesar de no acudir a votar, como son los mayores de setenta años, los que padezcan algún tipo de enfermedad o invalidez que les impida acudir a la casilla, los que estén fuera del territorio nacional, las mujeres que estén a punto de dar a luz o tengan parto ese día, y cualesquier otro suceso que el órgano electoral determine como válido para justificar la ausencia. Y que se acabe el control que se ejerce sobre los acarreados, facultando al IEPEC para que suscriba con los concesionarios del transporte público convenios para que el día de la jornada electoral entre las 7 de la mañana y las cinco de la tarde, la gente pueda acudir a su casilla de manera gratuita.

Roma no se hizo en un día. Si hoy tenemos listados nominales y credenciales para votar con fotografía y órganos electorales ciudadanizados, debo subrayar que el PRI y sus corifeos lo combatieron con todos los recursos a su alcance, igual que lo están haciendo ahora con esta propuesta que va contra el abstencionismo; de ahí las descalificaciones, las airadas protestas y la hipócrita preocupación de que se daña el bolsillo de la población con semejante “puntada”, sobre todo en tiempos de crisis.

Yo sé que a base de tesón y de no quitar el dedo del renglón, han de aprobarse medidas que lleven a los coahuilenses a ser pioneros en el cumplimiento de sus obligaciones cívicas y sin duda será para bien.

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