miércoles, 25 de febrero de 2009

Reflexiones

Carlos Manuel Valdés





Con gusto regreso al blog para comunicarles algunas ideas. Todavía no logro aprender lo básico de esta tecnología, pero me mantengo muy ágil en otros campos, como el de la lectura. La idea de que estamos viviendo momentos excepcionales es seductora pero falsa. Como historiador encuentro que muchas épocas han sido mucho más difíciles, opresivas y perversas, añadiendo a ello que para quienes las vivieron no había siquiera una mínima posibilidad de encontrar salidas como la tenemos ahora. Digamos la gran peste europea del siglo XIV, el terror del año mil, la Segunda Guerra Mundial, las matanzas serbias sobre los kosovares, el genocidio llevado a cabo por los españoles contra los indios norteños por 150 años, la situación de los palestinos como parias en su tierra, etcétera. Los periodistas y, sobre todo, los políticos nos tienen en un hilito mostrándonos continuamente que somos hojas al viento, incapaces de transformar la realidad, objetos de las grandes decisiones…
Creo que hay una realidad dura actualmente, sobre todo para la gente pobre, pero que de esas hemos conocido centenares en la historia mexicana. Si damos rienda suelta a las quejumbres y nos lanzamos a recargarnos en el muro de las lamentaciones sólo ayudaremos a que los que nos rodean tengan mayor stress del que ya la propia vida nos aporta sin cesar. Y no propongo que cerremos los ojos o que saquemos la banderita tricolor del desván y aplaudamos con fuerza a Felipe Calderón. Debemos ser siempre críticos, pero analizando lo que sucede. Por ejemplo, ante la pregunta ¿qué estoy haciendo yo, precisamente yo, para cambiar la realidad? De una respuesta simple y clara surgirá la siguiente: ¿qué podría hacer a partir de hoy? Como dice Hans-Georg Gadamer “cuando pregunta es respondida la respuesta vuelve a preguntar” y añade que ese es el camino del conocimiento.
Creo que el blog de Apalabrados es un espacio creado de una decisión de quienes por azares del destino se quedaron sin Palabra. En él surgen ideas, reflexiones y preguntas que son importantes. Los textos que ahí leí me ayudan a repensar mi propia participación en esta sociedad tan mediocre que nos entregan (que nos permiten) los poderosos a quienes empoderamos con nuestro voto o nuestro silencio. Antier justamente reflexionaba con José Luis García Valero en El Chuzo, General Cepeda, sobre el papel del individuo ante la vorágine. Somos testigos de una crisis ética, intelectual y de un enorme oportunismo que los políticos nos han endosado. No debemos irnos por el camino que ellos trazan porque iríamos a la debacle (aunque mejorásemos nuestra economía). Mejor reflexionemos en lo que podemos hacer cada uno, en grupos pequeños, en nuestras instituciones. Todo, menos ser como ellos.

2 comentarios:

  1. Carlos, qué importante es lo que comentas. Actualmente hay mucha gente aterrada, que siente que, ora si, se acaba el mundo. Y el entorno no hace más que acabarlos de convencer de que las cosas están más mal de lo que ellos habían pronosticado.
    Ojalá todos nos dediquemos a hacernos la pregunta ¿qué estoy haciendo YO para mejorar las cosas? y la respuesta puede ir desde el ámbito personal (único que tenemos quienes nos quedamos sin trabajo) hasta el desempeño de nuestras tareas en el trabajo, la familia, etcétera.
    Encantada de poder seguirte leyendo en este medio
    Ma Isabel

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  2. Hola Carlos e Isabel:
    Otra vez meto mi cuchara en sus reflexiones.
    Me parece importante hacer un esfuerzo de colocar en perspectiva histórica eso que los apocalípticos llaman nuestra inminente catástrofe.
    Les propongo algunos recuerdos personales que, creo yo, ayudan a dimensionar nuestra crisis.
    Cuando yo era niño (década de los 40):
    Mi familia no tenía automóvil propio y eran tan pocas las familias que tenían uno, que se consideraba cosa de ricos o de estrafalarios.
    Rara vez tomábamos un taxi pues era un servicio caro que se usaba para asuntos excepcionales.
    Cuando salíamos de vacaciones, rara vez a algún lugar alejado de nuestro lugar de origen, llegábamos a casa de parientes, nunca por más de una semana, viajábamos en tren o en autobús y nos considerabamos privilegiados por poder hacerlo. Se hablaba de aquella salida antes y después durante meses y más meses.
    A los zapatos de toda la familia se les ponían tapas, media suelas y tacones. Estrenar era un lujo excepcional.
    Los calcetines y las rodillas de los pantalones se zurcían una y otra vez, hasta que estaban más gruesos en el agujero que en el resto de la prenda.
    Si había paseo dominical, cosa poco frecuente, era al parque público o a la presa de San José en las afueras de la ciudad, caminábamos y comíamos tortas hechas en casa. (Mc Donals jajaja)
    Si tu papá tenía trabajo, era una dicha y sabíamos que era un privilegio.
    Esa vida, vista con ojos de hoy, podría parecer que era vivir en crisis permanente y, no faltará quién diga que éramos pobres, pero la verdad es que eramos clasemedieros como tantos y que nos sentíamos muy bien, satisfechos y felices con nuestra vida.
    Hoy, lo sabemos, se consume para desechar, los "bienes" suntuarios ocupan un alto porcentaje de nuestra vida y nos sentimos incapaces de vivir sólo con lo necesario.
    Es cierto la economía creció, el país creció, la población creció, la especulación creció a niveles insospechados, el consumo superfluo, sostiene esa economía demencial de mercado por una parte; y agobia por la otra a un consumidor que no se atreve a bajar sus niveles de consumo.
    Esta economía demencial a servido, eso sí,para ahondar las desigualdades, haciendo mutiplicarse exponencialmente la masa de los desposeídos y concentrando la riqueza en unas cuantas manos sin escrúpulos, ni humanidad.
    Si la crisis y la catástrofe anunciada, sirve para que las gentes recuperemos la cordura y regresemos a nuestras formas de vida de los años 40, ¡bienvenida sea la catástrofe!

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