lunes, 18 de mayo de 2009

CONMOCIÓN EN SALTILLO

Mario Dávila Flores
La ciudad se conmocionó como nunca, aquel inusitado acontecimiento provocó una fuerte sacudida en todos los sectores de la sociedad; se trató de un evento en verdad fuera de serie. ¿A qué me refiero? Sería acaso la captura de otro narco que había sentado sus reales en uno de los fraccionamientos más exclusivos de la mancha urbana?
O quizás, la noticia de que al fin se había detectado el primer contagio de influenza en esta capital? ¿Se trataba del enésimo enfrentamiento entre policías estatales y municipales, esta ocasión con un gran despliegue de efectivos en pleno boulevard Coss?

Por fortuna no se trata de ninguno de esos espeluznantes escenarios, que desde luego nunca podrán ocurrir en esta urbe pues se encuentra blindada no sólo contra tales episodios, sino incluso contra cualquiera que podamos imaginar. No, me refiero a otra efeméride de muy distinta naturaleza, y que tuvo lugar en el año de 1951, habiendo quedado grabada en la memoria colectiva de los saltillenses como un grato suceso, como un agradable recuerdo al que recurrimos cuando por todos lados campean las malas noticias.

En efecto, en ese año se registró la visita a Saltillo del inolvidable Pedro Infante, quien estuvo aquí para realizar una serie de actividades a fin de recolectar fondos para obras de beneficio social. El día de su llegada, la ciudad se volcó de manera espontánea en las calles para ver a su ídolo, en especial me refiero a las vialidades de Allende y Victoria que se vieron atiborradas de saltillenses de todas las edades y clases sociales.

El contador Sergio Valdés me narró emocionado que él fue testigo de la maniobra en la que el actor del pueblo, con singular pericia y habilidad levantó la rueda delantera de su motocicleta Harley Davidson en plena calle ante el asombro de la multitud. Otro testimonio que se ha conservado a través del tiempo, es que cuando el camión abierto en el que se trasladaba Pedro ya en el centro de la ciudad, específicamente al pasar frente al mercado Juárez, una señorita de familias conocidas, y que por respeto no menciono su nombre, sucumbió al magnetismo del momento, y de manera espontánea se levantó las faldas mostrando sus extremidades inferiores al distinguido visitante.

El recorrido aquel desembocó en el viejo estadio Saltillo, ubicado frente al lago de la Alameda, lugar donde el cantante y autor, daría una presentación con fines benéficos. Sobra decir que dicho recinto se encontraba no lleno, sino atiborrado, con espectadores trepados en las bardas del parque, así como sobre las azoteas de las casas vecinas de las calles de Obregón, Colón y Salazar.

Era tal la locura por ingresar al inmueble, que un jovencito de nombre Ramiro Caballero, sin medir las consecuencias intentó introducirse por entre el enrejado que estaba sobre la calle de Ramos Arizpe, habiendo quedado atrapado entre los hierros en el intento, lo que provocó la intervención de un policía, que sin pensarlo dos veces, y sin mucha ciencia de por medio, propinó un salvaje golpe con su linterna de tres baterías en la cabeza del muchacho, acción que tuvo como reacción la salida ipso facto de aquel jovencito. Así se la gastaban nuestros guardianes del orden en los tiempos del legendario Santana Jiménez.

Uno de los participantes de estos acontecimientos, Roberto Morales, recordó entusiasmado los momentos en los que se aferró a la motocicleta de Pedro Infante, justo en las afueras del estadio, y como él un montón de chamacos e incluso niños, que se agolpaban buscando la oportunidad de tocar aquella máquina en la que en breves momentos haría sus evoluciones el ídolo de Guamúchil. Otro episodio muy recordado entre los saltillenses, fue cuando con motivo de la colecta anual de la Cruz Roja, se diseñó la estrategia de que Pedro vendiera sus besos a las mujeres de la ciudad, así a cambio de un peso, las damas se sintieron al menos por un instante el centro de la atención del gran personaje. Ignoro la cifra que se recaudó, pero supongo que fue bastante elevada, dada la metodología utilizada para tal efecto.

Otra escena que revela la personalidad y el carisma de este actor del pueblo, fue precisamente en su ciudad natal en Guamúchil, Sinaloa donde Pedro estaba contratado para una actuación, y al llegar al recinto, se topó con un numeroso grupo de gente a las afueras del local, y cuando Pedro les preguntó que por qué no habían entrado, ellos le responden que no los dejaban pues no tenían dinero, a lo que él mandó llamar al empresario diciéndole que si esa gente no entraba suspendería su actuación. Por suerte se llegó a un buen arreglo y la gente pudo gozar de la función. Así era el gran Pedro Infante, que un día del año de 1951 logró convulsionar a nuestro querido Saltillo.


Redondeo. Antes de 1859 los ampayers solían sentarse cómodamente detrás del plato en sillas acojinadas.

3 comentarios:

  1. Guamuchil no es su ciudad natal. Ahi se crio, claro, pero nacio en mazatlan el inolvidable Jose Pedro Infante Cruz.

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  2. Otra anecdota:

    cuentan mis tios que estando hospedado en un hotel de saltillo ante la gente que le gritaba que saliera, pedrito desde el balcon les dijo: vayan a verme !!! y que al grito igual de no tenemos dinero, pedro les ofrecio varias canciones a capela.

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  3. ¡Qué lástima que ese tipo de conmociones ya no se repitan en Saltillo y que sean otras, más lamentables, las que vivimos ahora!
    El relato es muy intereante, sobre todo al presentarme un Saltillo que no conocí, pero que se antoja muy bello.
    Saludos

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