lunes, 27 de julio de 2009

La visa no avisa

María Isabel Reyna

Epoca de vacaciones. A descansar. Este año el destino nos puso como destino un viaje que tenía años soñando hacer: un crucero por Alaska. Claudia mi hija y yo estábamos felices, por primera vez íbamos a abordar un gran barco y hacernos a la mar por una semana completa. El viaje daría inicio el 15 de agosto, pero con casi dos meses de anticipación contábamos ya con los boletos de avión comprados, la reservación para dos noches de hotel en Vancouver, puerto del cual zarpará el Norwegian Sun el domingo 16 de agosto a medio día. Sólo nos faltaba esperar la proximidad de la fecha para empezar a bajar del clóset la ropa de abrigo, el rompevientos y las bufandas para llegar a las nieves eternas que todavía persisten en las cercanías del Polo Norte.
Sabíamos que sería un viaje emocionante, pero nunca imaginamos cuánto, ni que “la diversión” iniciaría en tierra desde el lunes 13 de agosto cuando se supo la noticia: “A partir de las 12:01 am horas del 14 de julio (11:01 pm del 13 de julio tiempo local de México) todos los ciudadanos mexicanos necesitarán una visa para entrar a Canadá”. Así, sin previo aviso, siguiendo la filosofía del ranchero de San Francisco del Rincón, Guanajuato, el gobierno canadiense había tomado la determinación de imponernos visa a la voz de “hoy, hoy, hoy”! Mi primera reacción fue parafrasear al mismo personaje y preguntar “¿y yo por qué?”, pero las primeras investigaciones me hicieron llegar a la conclusión de que el viaje no tenía retorno: cambiar el boleto de avión e intentar tomar el mismo barco en la ciudad de Seatle, costaba, sólo de recargos 100 dólares por persona, más impuestos, y, claro, más la diferencia en la tarifa que ya habíamos pagado. El hotel no aceptaba cancelación de reservaciones pagadas y la naviera no aceptaba cambios, sin contar que, aún saliendo de un puerto estadunidense, necesitaríamos la visa canadiense para embarcarnos.
Así las cosas, no hubo más remedio que adentrarse con paciencia en el sitio de internet del gobierno de Canadá para averiguar los requisitos, mientras veíamos en la televisión, la larga fila de personas que pernoctaban a la orilla de la banqueta para hacer el trámite “urgente”. Lo primero era acudir a la embajada en la ciudad de México: todas las grabaciones que contestaban amablemente en los tres idiomas en todos los teléfonos que venían,advertían categóricamente que NO se atendería a nadie en persona, que los consulados estaban de adorno, perdón, sirven para otros asuntos y que en ninguna oficina fuera de la ciudad de México había personal que supiera algo de los trámites de inmigración. Los papeles se recibirían en un buzón colocado en las rejas de la embajada o por mensajería que debería incluir una guía pre-pagada para el envío de regreso de la solicitud, una vez que hubiera sido revisada por el cónsul. “Nous sommes desolees, madame” contestaban, que no es más que la sofisticada forma de decir en francés “láaaastima Margaritooooo”.
La persona que acudiera a depositar los papeles si el trámite era urgente, lo cual se comprobaba con copia del boleto de avión comprado antes del 13 de julio, no podría recoger la visa si él no era uno de los viajeros. Habría necesidad de incluir un poder notariado para que se las entregaran. Y todo esto aún sin haber abierto el apartado de todos los papeles que se solicitaban: forma oficial llena en tinta negra, tres formas adicionales en las que había que incluir a todos los miembros de la familia, direcciones y ocupaciones, aún cuando ellos no viajaran, lugares de residencia, trabajo y estudio detallados por años, sin dejar lapsos de tiempo sin explicar. Por supuesto, comprobantes de ingresos y estudios, escrituras de casas, facturas de autos, recibos de predial, etc, todo esto traducido al inglés o francés, y , claro, el pago de 835 pesos que sólo se acepta en cheque certificado de Bamanex o Bancomer. Ningún otro banco, ni efectivo, ni depósitos en cuenta. Había antes que ir a tramitar los cheques y pagar por recibirlos.
Todo para una visita de turista, no quiero ni imaginar los requisitos para estancias de más de seis meses de trabajo o estudio. En fin, nos llevó toda una tarde recopilar la información, sacar copias y tener el grueso expediente listo. Como entre los papeles que había que mandar estaba el pasaporte original, no quise arriesgarme a mandarlo por mensajería, porque además, mi viaje a Canadá es hasta el 15 de agosto, pero tenemos pensado un viaje a Estados Unidos antes de esa fecha.
Con mi trabajo a medias, tomé un avión a la ciudad de México el lunes 20 por la tarde. Llegué casi a media noche a casa de unos amigos que viven por el rumbo de la embajada. Juan Diego pasó por mí a las 4 de la mañana, para iniciar la aventura de mi crucero… en la banqueta. Llegamos y había ya una larga cola de personas, unas sentadas, otras durmiendo en sleeping bags, y otras, en grupo, jugando cartas, con termos de café y todo lo necesario para una noche bajo las estrellas. El olor de los sanitarios portátiles colocados en contra esquina de la embajada, llegaban hasta la puerta, donde estaban colocados varios letreros que advertían de la inutilidad de formarse si no se traían todos los papeles solicitados.
Antes de las 5 llegó el camarógrafo de TV Azteca a hacer sus tomas; al mismo tiempo, se estacionaba un auto compacto que venía equipado con una maravillosa máquina para hacer capuchinos que se vendieron como pan caliente. La señora que ofrecía “banquitos para el cansancio”, y más tarde, el vendedor de fólders, plumas, cinta adhesiva entre otras cosas, hicieron su agosto entre los desmañanados que compartíamos todos la misma queja. ¿por qué de un día para otro? ¿no podían haber puesto su requisito una vez que contaran con personal capacitado para darle trámite a las solicitudes en otras ciudades de la república? O mejor aún, anunciar la medida por lo menos 45 días antes de su entrada en vigor. Cualquier lamento era un mero ejercicio de libertad de expresión. La realidad es que estábamos ahí cumpliendo con los requisitos que el gobierno canadiense pedía. El detalle "amable" lo proporcionó un cilindrero que acompañó el amanecer con sus melodías, lo paradógico del asunto es que no se le ocurrió otra melodía más oportuna: VIVA MI DESGRACIA---
A las 8 de la mañana, empezaron a aparecer trabajadores del otro lado de la reja. La cola avanzó con increíble rapidez, y una vez que llegamos hasta adelante supimos por qué.
La empleada me recibió los papeles, me preguntó por los cheques y la guía pre-pagada. Al pedirme la fecha de mi viaje, traté de explicarle que antes del 15 de agosto tenía que viajar a EEUU. Me paró en seco “permítame”, dijo, y se metió a la embajada. En unos cuantos minutos, me regresó un papel con un sello y me dijo “la respuesta le llegará a su domicilio antes de la fecha de su viaje” pero… intenté decirle, me hizo a un lado y dijo “¿quién sigue?” Fin de la aventura. Ese mismo día volé a Saltillo de regreso con el alma en un hilo. Sólo restaba esperar.
La página de internet expresaba claramente los motivos: esa semana incluía una gráfica con la historia de los mexicanos que solicitaban la residencia en Canadá, de 1999 a 2008. La línea iba en aumento dramáticamente, mientras que la de “otros países” había disminuido en el mismo período. Hoy ya no encontré la gráfica, pero en cambio viene la siguiente explicación: “Las solicitutes de refugio provenientes de México se han triplicado desde 2005, encabezando la lista de solicitudes. En 2008 se recibieron más de 9,400 representando el 25% del total. De éstos sólo el 11% fueron negadas.
“En los pasados tres años se han incrementado las violaciones a las leyes de inmigración. Esto incluye a los mexicanos que no cuentan con papeles o que se niegan a salir del país una vez que su estancia permitida se vence”. Como quien dice, “la burra no era arisca…”
Nuestro país por múltiples razones que sería muy largo enumerar no puede darnos una calidad de vida a la que muchos aspiramos. Me pregunto si entre ellas será la cultura de la trampa y el abuso de confianza que está siendo evidente en los casos que refiere el gobierno de Canadá. Lamentablemente mientras sigamos violando las leyes más allá de nuestras fronteras como muchos están acostumbrados a hacerlo en nuestro país, este penoso caso se repetirá muchas veces.
La historia tuvo un final feliz: el lunes 27 de julio a temprana hora, el camión de mensajería me trajo la noticia esperada: los pasaportes con sendas visas de turistas. Ahora si ¡todos a bordo!

1 comentario:

  1. La otra novedad es que Perú, que tenía años solicitando visa a los mexicanos. Y que con la pandemia, nos había suspendido vuelos; además de añadir a la solicitud de visa un certificado médico, expedido por la autoridad en salud mexicana de que no tenías gripe. Misma autoridad que no encontré en la Capital del Estado de la Gente.
    Ahora lanza un nuevo decreto, para contrarrestar a los canadienses. A partir de el 19 de julio "los mexicanos no necesitamos visa" para ir a Perú. Claro que yo ya la había tramitado y pagado los correspondientes $510.00 del águila.
    EL HOMBRE PROPONE, DIOS DISPONE Y LLEGA EL DIABLO Y DESCOMPONE
    ONE NEVER KNWOS.

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