miércoles, 21 de enero de 2009

EL FENÓMENO OBAMA



Mario Dávila Flores

Cuando a principios del año pasado falleciera el máximo representante de la corriente conservadora de los Estados Unidos, William Buckley Jr., se produjo una especie de señal de que algo había cambiado radicalmente en la sociedad estadounidense, pues las ideas básicas que sustentaban la postura de este personaje habían perdido mucho de su pertinencia en esa nación, la que una vez tuvo como pilar fundamental al grupo social conocido como los WASP, que por sus siglas en inglés, denotan a los blancos, anglo sajones y protestantes.

Este reducido grupo de blancos, cuyo epicentro geográfico se localizó en Nueva Inglaterra, mantuvo durante toda una época la hegemonía en ese país, contando como su fuerza de apoyo, además de la palanca económica, el control sobre las principales universidades, centros de investigación y de arte, lo que les confirió una superioridad sobre el resto de los habitantes. Este grupo formó una subcultura, que le permitió mantenerse poco contaminado con el resto, pues entre ellos establecían sus alianzas matrimoniales, contando con exclusivos centros sociales, en los que se practicaron deportes de su exclusividad como el tenis.

Sin embargo, debajo de ese mundo dominado por estos patricios, se venían gestando fuerzas y corrientes muy diversas en los Estados Unidos, las que desde la presidencia de Truman comenzaron a despuntar, cuando el “little fellow” de Missouri impulsó una legislación sobre los derechos civiles, que fue un anticipo de lo que vendría en los años 60. En efecto, la sociedad de blancos y protestantes, comenzó a perder su hegemonía de manera inevitable, para transformarse en otra muy distinta; multirracial, con el despuntar de las minorías, y la competencia en la alta educación representada por las universidades que surgieron en el Medio Oeste y en California.

Esas transformaciones, que se profundizaron en las décadas de los 60 y 70, hicieron posible el cambio al que hoy asistimos, con la llegada de un afroamericano a la presidencia de los Estados Unidos, y que nos deja una gran lección a los mexicanos, quienes a pesar de nuestra base mestiza, nos hemos concretado en llevar al poder a políticos blancos en su mayoría—entre los que se encuentra incluso López Obrador-- en una especie de racismo no oficial, pero muy real.

Barack Obama llega a la presidencia de la gran potencia con numerosas promesas por cumplir, estas deberán esperar su momento para ser atendidas, pues su prioridad, será sin duda, implementar las políticas que permitan a esa gran economía, si no remontar esta profunda crisis, por lo menos contenerla y acotarla, creando las condiciones que permitan allanar el camino hacia la recuperación, y en este contexto, los mexicanos no debemos crearnos expectativas falsas, sin esperar ayudas específicas, reconociendo que el mejor apoyo que podemos esperar, consiste en el repunte económico de la economía estadounidense.

Esto es así, pues de ello depende en gran medida la suerte de la nuestra, ya que está plenamente comprobado que de la vitalidad de la demanda de la economía norteamericana, depende la dinámica de la mexicana. Por otra parte, no hay que olvidar, que en su campaña, Obama se comprometió ante obreros y sindicatos, en especial los del Medio Oeste, la región más afectada por la globalización, a revisar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), aspecto que debemos de seguir con gran cuidado, pues dicho tratado, ha sido un elemento importante en la generación del superávit comercial que hemos mantenido con los estadounidenses.

Tanto los Estados Unidos como el resto del mundo, están ávidos de un nuevo liderazgo que venga a inyectar esperanza en estos tiempos tan difíciles, y aunque se sabe que los problemas actuales rebasan la capacidad de una persona, como lo es el propio Barack Obama, la gente quiere creer en alguien, y eso es lo importante, contar con un aliciente que eleve nuestras expectativas, sabiendo incluso, que para superar la grave recesión no
existen fórmulas mágicas, ni milagros; lo único seguro es el esfuerzo y el trabajo que hará posible superar la emergencia actual.

Confiamos en que el cambio prometido sea para bien, y que la sabiduría y el valor acompañen al nuevo inquilino de la Casa Blanca, de quien además esperamos, que nunca pierda el ánimo ni la confianza, y desde luego, que mantenga el apetito por esos chili dogs que degustó hace días en pequeño restaurante de la calle U en Washington. Por lo pronto el flamante presidente, luego de las ceremonias y fiestas de ayer, hoy inició su gestión reuniéndose con su gabinete económico, pues el horno no está para bollos. Del lado positivo, hay que mencionar la importancia que Obama le piensa otorgar a la ciencia y la tecnología, así como al desarrollo de energías alternativas, espero que esto último les prenda el foco a nuestra clase política.

Redondeo. Vamos a ver que trae en la bola Obama, pues llega al relevo en la novena entrada, con la casa llena y sin out; como se dice, con el rancho ardiendo.

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